A principios de diciembre pasado, un artista y empresario ghanés de 28 años, Joseph Awuah-Darko, anunció en Instagram que quería morir. En un video de un minuto afirmaba que la lucha contra su trastorno bipolar le había destrozado las ganas de vivir, por lo cual se había mudado a los Países Bajos para buscar la muerte asistida médicamente.
La publicación comenzaba con Awuah-Darko llorando, diciendo «estoy muy cansado» y luego daba lugar a una serie de imágenes suyas pasando lo que parecían muy buenos momentos. Sonriendo mientras flotaba en aguas azules resplandecientes. Relajado sobre el césped a la sombra de un árbol. Haciendo una pausa de contemplación desde un puente de madera.
Tres días después, volvió al ruedo con una de las invitaciones más extrañas de la historia de las cenas. Mientras sorteaba los obstáculos de un final oficialmente sancionado, escribió en un post que iba a lanzar lo que denominó «El proyecto de la Última Cena». Cualquiera que quisiera prepararle una comida en la casa donde viviese podía registrarse en una aplicación de calendario vinculada al perfil de Awuah-Darko en Instagram. La noche convenida, él iría allí de visita y quienes tomaran parte de la reunión conversarían, comerían, se relacionarían.
“Quiero volver a encontrarle sentido a la vida con otras personas”, escribió en la publicación, “mientras todavía me quede tiempo en la Tierra”.
En pocos días, miles de personas se pusieron en contacto con él. Hasta mediados de agosto, Awuah-Darko ha asistido a 152 Últimas Cenas. Se ha trasladado en tren a visitar hogares en Berlín, París, Amberes y Milán. Viajó a ciudades a lo largo y ancho de los Países Bajos y a decenas de barrios de Ámsterdam. La gente que no cocina lo ha invitado a bistrós de lujo donde una comida cuesta 100 dólares por persona, y a Burger King.
A lo largo del proceso ha ido capturando esas interacciones con videos y fotografías en Instagram, un álbum de recuerdos a medida con banda sonora de Debussy, Radiohead y Roberta Flack, y su mirada artística de la belleza. Las comidas parecen cordiales y suelen terminar con abrazos. Los anfitriones, y miles de seguidores de él, se ven animados por Awuah-Darko y su disposición a hablar con franqueza sobre sus problemas más profundos.
Esencialmente vendría a ser como el conductor carismático de un programa de cocina casera de la Generación Z, pero aporta una crudeza poco común en las redes sociales e inspira la gente a que lo apoye. Cierta vez escribió valorativamente acerca de dos hermanas que le sirvieron una cena persa y contó que él estaba en medio de un episodio depresivo: «Lloré mucho durante las últimas dos horas de la cena antes de que me despacharan a casa en un taxi con un ramo de flores. Todo lo que hice fue presentarme y ellas me concedieron un espacio enorme». Ese post obtuvo 10.000 «Me gusta». «Si la gente le abre los brazos a un desconocido para ayudarlo a que sienta más plenamente la vida antes de elegir irse para siempre», escribió una persona en Instagram, «quizá para todo el mundo haya esperanza».
Diferentes especialistas en salud mental, por el contrario, no quieren saber nada con el asunto. Dicen que Awuah-Darko insinúa que la eutanasia es una solución legítima para personas con trastorno bipolar, una afección tratable. Y papás y mamás de menores con depresión se quejan de que su gira de despedida le da al suicidio un aura romántica.
“Mi hija se encuentra en un estado frágil, impulsivo e influenciable”, escribió la madre de una joven con ideas suicidas, y añadió: “No ayudan a nadie con este contenido. Les ruego que lo clausuren. Por favor. Antes de llevarse a mi hija con ustedes”. Awuah-Darko publicó el mensaje en Instagram sobre una foto de su rostro desesperado, con una lágrima rodándole por la mejilla.
Otros detractores se preguntan si Awuah-Darko está llevando a cabo algún tipo de estafa. Han recopilado las sospechas que abrigan en un foro de Reddit que documenta, con enlaces, detalles de su azarosa vida. Esto incluye una demanda por incumplimiento de contrato por más de 260.000 dólares interpuesta en Ghana el año pasado por un artista al que Awuah-Darko representó como agente. Hay quienes dudan de que Awuah-Darko tenga realmente intención de suicidarse.
Pero si se tratara de un fraude podría ser el más lamentable del mundo. Los anfitriones de La Última Cena suelen cubrir los gastos de viaje de Awuah-Darko, pero él no gana dinero con las comidas. Su única fuente de ingresos, ha dicho, es un newsletter monetizado que escribe en la plataforma Substack y le genera unos 2.000 dólares al mes.
¿Qué trama entonces exactamente Awuah-Darko? ¿Una performance artística? ¿Un tratamiento psiquiátrico nada convencional? ¿Una larga despedida con servicio de catering? Sea lo que fuera, su mezcla de luz y oscuridad ha atraído a toda una legión de gente devota. Tiene ahora 542.000 personas que lo siguen en Instagram y un lugar singular en el firmamento de las redes sociales como lo que podría llamarse influencer de la muerte asistida.
A finales de julio también se encontró con algo igual de inesperado: una razón para vivir.
Conversador épico
Yo lo conocí almorzando en la vereda de un café de Ámsterdam hacia fines de junio. Hombre delicado, con la cabeza rapada, mirada cálida y amplia sonrisa, tenía puesto un buzo de tono negro carbón que le llegaba a pocos centímetros de las rodillas. Las mangas se extendían hasta unos agujeros para los pulgares, como guantes al estilo del carterista victoriano Artful Dodger, de Oliver Twist. A un lado, su infaltable bolso Bottega Veneta de cuero negro tramado.
Parecía un sacerdote de Duna, la película, o quizás un tipo que iba a uno de esos locales de ropa vanguardista Comme des Garçons. Hablaba rápido, como tratando de seguirle el paso a sus ideas.
«Hablo muy rápido», explicó. «Pienso aún más rápido».
Nacido en Londres, Awuah-Darko se crio en Ghana dentro de una de las familias más ricas del país. Su abuelo fundó una compañía de seguros hoy llamada Vanguard Assurance y núcleo de un conglomerado con intereses bancarios e inmobiliarios. De acuerdo con informes de prensa de ese país, la familia posee una fortuna de 650 millones de dólares.
Awuah-Darko afirma que la familia le ha cortado el acceso a toda financiación por ser abiertamente gay, lo cual es delito penal en Ghana. Comenta que ocasionalmente ha dormido a la intemperie y en baños de hoteles. En mayo se mudó a lo de una pareja holandesa que conoció a finales del año pasado y duerme en un sofá de su precioso departamento minimalista junto a uno de los canales de Ámsterdam.
«Ahora estoy en la más linda versión de la situación de calle», comentó. «Vivo con Illi, mi mejor amiga, su marido y dos perros».
Pintor de arte abstracto de colores intensos, Awuah-Darko recurrió a Instagram durante años para publicar mensajes alentadores dirigidos a otros artistas. (Por ejemplo: «Primero hacé que exista. Después lo podés mejorar»). Esa serie «Dear Artist», como la llamó, alcanzó alrededor de 200.000 seguidores. Pero debido a su estado mental cada vez más sombrío, Joseph me comentó que empezó a parecer poco auténtica. Dijo él que había llegado a sentirse tan abrumado por la desesperanza durante sus momentos más bajos que le costaba levantarse de la cama.
Tras anunciar el Proyecto de la Última Cena, el número de gente que lo seguía aumentó rápida y constantemente. Por macabra que pudiera sonar, la idea activó profundos yacimientos de empatía. No pararon de llegar invitaciones.
Al día siguiente de nuestro almuerzo acompañé a Awuah-Darko en Róterdam a una cena que le ofrecía Sydney Gruis, una estudiante de 21 años, junto con su novio y una amiga. El sitio fue la azotea de una iglesia del siglo XIX convertida en residencia estudiantil. La comida era indonesa, preparada por la madre de Sidney, y servida en tuppers. La noche de verano estaba despejada y fresca.
Awuah-Darko soliloquió durante la mayor parte de la primera hora y su público quedó cautivado. Habló de cómo se conocieron sus abuelos; de su cariño por el artista Francis Bacon; de su identidad profesional (“Siempre me he considerado un escritor que pinta, no un pintor que escribe”); de su infancia, a la que calificó de “trágicamente privilegiada”; de su forma algo impulsiva de abordar el amor, que incluye a cuatro exprometidos; de lo mucho que odia que le digan “versátil” porque en realidad significa “disperso”.
Resulta que Awuah-Darko es un orador excepcional. Su pasado, sus fracasos, sus defectos, errores, triunfos, el puñado de personas famosas que ha conocido y otras que admira, citas de Anthony Bourdain, Mark Twain, su propio abuelo… todo burbujea en su cascada de palabras. No es parloteo exactamente. Es más bien una interpretación de jazz maratónica con una cantidad de notas limitada.
“Definitivamente me encanta la capacidad que tengo para descargar o procesar externamente lo que estoy pensando, lo que me pasa”, me dijo más tarde. “Lo hago porque tengo un extraño deseo de asegurarme de que no me malinterpreten, o de que la gente entienda que tal vez soy más de lo que se ve”.
Si esto lo hace parecer narcisista, él coincide. Hasta hace pocos días, las primeras palabras que había arriba de todo en su cuenta de Instagram eran «NO SOY BUENA PERSONA», apenas una de las muchas maneras en las que se anticipa a cualquier amenaza que le lancen. Si le señalan aparentes contradicciones —¿un homeless con bolso de lujo?—, cobra ánimo. Es más material para explotar. (Dice que lo compró mucho antes de su fase de pobreza.)
En la terraza de Róterdam lo interrumpieron solo para sugerirle cortésmente que se tomara un momento para comer. Dio un par de mordisquitos breves y enseguida continuó.
«Me considero una especie de antropólogo descalzo», expresó sosteniendo el tenedor en el aire. «Me encanta poder sentarme a hablar con la gente, aun con incomodidad, de cosas muy, muy difíciles.»
Una de esas cosas era la ideación. No bien sacó el tema, Awuah-Darko hizo una pausa al notar que la amiga de Sidney Gruis contenía las lágrimas.
«Lo siento», se disculpó.
«No, no, no, todo bien», dijo ella. «He tenido algunas dificultades con esto en mi vida. Por eso me encanta escuchar.»
El principal atractivo de Awuah-Darko reside por lo visto en su disposición a tratar abiertamente cuestiones de las que pocas personas hablan. Esto hace que su congregación partidaria se sienta menos sola, menos anormal. Su discurso es una especie de terapia conversacional a la inversa.
Durante una pausa, Sidney Gruis explicó la génesis de la comida. Unos meses atrás, el asombroso algoritmo de Instagram le había mostrado uno de los videos de Awuah-Darko. A diferencia de otras personalidades de Instagram, Awuah-Darko proponía algo real, concreto, algo fuera de línea. Inmediatamente sintió el impulso de invitarlo a cenar.
«Me pareció tan cálido, tan abierto que enseguida quise conectar con él, sinceramente», recordó. «Mi único interés fue ser parte de su viaje».
A raíz de Últimas Cenas, Awuah-Darko ha ido a casas de personas con fantasías suicidas que trataron de disuadirlo de morir, veladas que le parecieron intervenciones. Nada de eso ocurrió esta noche.
«No quiero que Joseph muera, no quiero que no muera», señaló Sidney Gruis. «Solamente quiero que reciba de la vida lo que desea». Se volvió hacia él. «Y quiero que termines tu sufrimiento del modo en que vos lo consideres. Porque es tu vida, ¿no?»
La velada terminó afectuosamente en la vereda, con abrazos. Sidney se quitó un brazalete de la muñeca y le exigió a Awuah-Darko que lo aceptara. Podría devolvérselo cuando se volvieran a ver, le aclaró. Fue como si la joya le sirviera de seguro contra su desaparición.
Parecía la Última Cena ideal. Buena comida, público atento. Pero durante el viaje a la estación de tren de Róterdam vi deprimido a Awuah-Darko. Le habían hecho preguntas bien intencionadas sobre su trayectoria y su práctica artística, y eso puede ser «desencadenante», admitió. Y el trato como celebridad crea una especie de presión para desempeñarse.
Un minuto después, se alivió.
«Tiene que ver con enfrentarme a lo que me falta en la vida», explicó en voz baja, «cuando dejo algo tan hermoso como eso».
Secundaria y polo
Awuah-Darko creció en una mansión de la capital Accra, donde a las comidas de la familia las preparaba un chef. El padre tenía un establo de caballos importados de Argentina y Sudáfrica, criados para polo. Joseph y sus tres hermanos menores eran jugadores avezados.
Dice él que un psiquiatra le diagnosticó trastorno bipolar a los 16 años en Sudáfrica, donde la familia tiene una casa. Tras graduarse en Administración de Empresas en la Universidad Ashesi de Ghana, Joseph transitó por diversas actividades y personalidades. En 2016, se convirtió en artista. La primera exposición de pinturas suyas tuvo lugar en 2019.
Al año siguiente inició su proyecto más ambicioso recaudando fondos de donantes e inversores para crear la Residencia Artística Noldor, una entidad sin fines de lucro. Artistas africanos emergentes pasaban semanas en un galpón renovado de un barrio costero de Accra. Se les proporciona espacio, materiales y acceso a una red de curadores y compradores. Muchos firmaron contratos trienales en los que Awuah-Darko se comprometía a representarlos y a percibir el 40 % de las ventas.
El programa coincidió con un auge del interés por el arte africano y fue destacado en The New York Times y The Financial Times. Impulsó más de una carrera. El artista Ishmael Armarh, por ejemplo, dejó saber que antes de que Awuah-Darko lo descubriera en Instagram vendía pinturas en la calle a 100 dólares la pieza. Dos años después de su residencia en Noldor, Christie’s subastó una obra suya que se compró por 22.529 dólares.
Pero tanto él como otros artistas residentes aseguran que Awuah-Darko les pagó de menos. El pintor figurativo Foster Sakyiamah concluyó que Awuah-Darko le había enviado solo una partecita de las ganancias por la venta de 21 lienzos grandes.
«En 2023 dejé de pintar para él y le dije ‘Tenés que mandarme mi plata’», relató Sakyiamah en una llamada desde Accra. «Él me dijo que esperara y que iba a recibir el dinero en un mes. Pero no llegó nunca.»
El año pasado Sakyiamah demandó a Awuah-Darko y a su empresa JAD Advisory por 266.527 dólares, alegando incumplimiento de contrato.
Awuah-Darko dijo que no podía entrar en detalles de la demanda porque el caso seguía pendiente. (En un expediente, su abogado consigna que Sakyiamah no tiene en cuenta los «costos sumergidos» para comercializar sus trabajos y que algunas de las pinturas eran regalos personales para Awuah-Darko). Hablando en forma más generalizada sobre sus problemas en Noldor, Joseph aludió a que «todo el tiempo se producen malentendidos». Y añadió: «No digo que yo sea una persona perfecta, pero nunca me propuse estafar artistas».
El programa se cerró cuatro años después de su apertura. Awuah-Darko atribuyó el fracaso a su propia «falta de conocimientos financieros» y al estallido de la «burbuja» de interés por el arte africano.
También en 2023 Joseph se mudó de Ghana a Londres, alegando los riesgos de vivir siendo abiertamente gay en su país. En mayo del año pasado fue motivo de titulares internacionales al publicar en Instagram que Kehinde Wiley, el artista conocido por pintar el retrato oficial del expresidente Barack Obama, lo había agredido sexualmente. Awuah-Darko declaró que el encuentro había ocurrido durante y después de una cena en Accra en 2021 en honor a Wiley, y que se había tornado «severo y violento» tras comenzar de manera consensuada.
Wiley negó la acusación. Poco después lo denunciaron otros por diversas agresiones, desde manoseos hasta violación. Varios museos cancelaron o pospusieron sus exposiciones. (Wiley ha negado todas las acusaciones y calificó la demanda por agresión sexual presentada en febrero por el artista Ogechi Chieke de «afán recaudatorio».)
Luego de que se hiciese pública la situación, Awuah-Darko publicó un pedido de dinero en su cuenta de Instagram, en el que solicitaba contribuciones para defenderse de una posible demanda por difamación interpuesta por Wiley. No se presentó ninguna demanda. Awuah-Darko recaudó 3.000 dólares, que guardó, según dijo, para cubrir “gastos varios” relacionados con viajes y reubicación.
Admite que a sus honorarios legales en la demanda Noldor los están pagando los padres. Sin embargo, un portavoz de la familia, Emmanuel Amaning, dio a entender que estaban haciendo más que eso y que no le habían cortado por completo la financiación, como argumenta el hijo.
«La familia no se ha distanciado de Joseph y continúa apoyándolo mientras él encara sus desafíos personales», escribió Amaning en un correo electrónico, «y solicita privacidad para hacerlo de manera compasiva y considerada».
“Lo está pasando demasiado bien”
Awuah-Darko no rehúye preguntas obvias y profundamente incómodas que suscita el Proyecto de la Última Cena. Entre ellas: Si de verdad querés morirte, ¿por qué no te suicidás?
Eso se lo preguntan con frecuencia.
“Podría decidir fácilmente saltar de un edificio”, observa. “Pero quiero hacerlo de modo responsable, sin violencia. Y no quiero transferirle mi trauma a nadie que descubra mi cuerpo”.
Decidió recurrir a la muerte médicamente asistida en forma un tanto impulsiva, comentó, mientras salía de un episodio maníaco. Y añadió que estaba sin techo y profundamente deprimido, y que aquello parecía ofrecerle una salida digna.
Un problema. La comunidad académica de esa área afirma que hay pocas posibilidades de que en los Países Bajos alguien del cuerpo médico ayude a morir a Awuah-Darko.
«De ninguna manera», sentenció T.A. Boer, profesor holandés de ética de la salud.
A modo de antecedente, el año pasado en los Países Bajos fueron sometidas a eutanasia médica unas 10.000 personas. No existe un proceso formal de solicitud ni un organismo regulador que la apruebe o la rechace. Miles de profesionales de la medicina pueden realizar el procedimiento.
Pero la sociedad holandesa quiere evitar lo que el profesor Boer denominó turismo eutanásico. Un comité de ética revisa posteriormente todas las decisiones de muerte asistida, y si alguien del personal sanitario no cumple con las normas de atención debidas puede enfrentarse a responsabilidades penales. Cada paciente debe tener domicilio, personal médico local y seguro médico holandés. Incluso si Awuah-Darko cumpliera estos requisitos, existe otro obstáculo. Antes de acceder a ayudar médicamente a morir a una persona, se debe concluir que su sufrimiento es insoportable.
“Y este tipo está haciendo una gran gira de despedida, con cenas”, apuntó el profesor Boer. “Cualquier especialista aquí buscaría en Internet y rechazaría su caso. Lo está pasando demasiado bien».
Lo cual nos lleva a la flagrante contradicción implícita en la cuenta de Instagram de Awuah-Darko. Él la etiquetó durante meses como “réquiem público por mi defunción”. En realidad, es una garantía de que nadie responsable en medicina lo va a ayudar a terminar con su vida.
Awuah-Darko afirma que empezó a consultar abogados para pedir la ciudadanía holandesa, aun cuando eso pudiera demandar.
«Nunca dije que hubiera una fecha límite», recalca, y pone de relieve que la mayoría de la gente no toma el nombre de su proyecto al pie de la letra.
De hecho, muchas de las personas que lo siguen en Instagram creen firmemente que está cerca del final de su vida. Algunas le envían mensajes tranquilizadores; otras le ruegan que reconsidere. Y están quienes piensan que, como hombre que se enfrenta a su mortalidad, tiene cierta perspicacia especial acerca de la vida. («He aprendido muchísimo siguiéndote», le escribieron en uno de los comentarios.) ¿5000 personas desconocidas invitarían a cenar a un hombre que simplemente estuviese muy deprimido?
El público escéptico afirma que Awuah-Darko se aprovecha de una perturbación psiquiátrica grave para que le presten atención. Cierta cantidad de profesionales de la salud afirma que su mensaje es tóxico. La organización benéfica londinense Bipolar UK declaró al periódico holandés De Volkskrant que no aceptaría dinero de Awuah-Darko después de que éste declarara en Instagram que enviaría a dicha organización la recaudación de un libro sobre la Última Cena que estaba escribiendo.
“Nuestros valores no concuerdan con el mensaje que Joseph comparte con el mundo” —me explicó una portavoz de la institución por correo electrónico— “respecto de que vivir con trastorno bipolar no vale la pena.”
Un espacio para “debatir y existir”
La multitud que defiende a Awuah-Darko tienen una visión muy diferente. Encuentra consuelo en la forma pública en que él combate la angustia, y en Instagram regularmente lo inundan con comentarios como «Tu presencia en esta app ha sido muy curativa y didáctica para mí» y «Tener la muerte cerca a veces se percibe como tener al lado a una persona amiga, que nos ayuda a vivir más plenamente y amar con más intensidad».
Sus más fervientes fieles aparecen en Ámsterdam para otro evento ocasional, llamado profanamente y descripto en su propio sitio web como «una cena para gente emocionalmente fluida y personas existencialmente a medio hacer». Y añaden: «Se come, se habla, se descubre».
Una noche de junio pasado, cinco comensales viajaron desde Londres, Rumania, Florida y España, mientras alguien más intervenía en línea desde su casa en Nueva Jersey, a través de una notebook. Todas las cenas se realizan en el elegante departamento de la diseñadora de moda Illi Goren y su esposo Tom, donde ahora Awuah-Darko duerme en un sofá. Cocina Illi (la cena de seis platos evoca restaurantes nórdicos de alta gama y cuesta alrededor de 175 dólares por persona), mientras que Awuah-Darko hace de camarero y moderador. Les formula preguntas íntimas a los invitados. Durante la velada a la que fui yo, me preguntó: «Si pudieras cenar con vos mismo cuando tenías 8 años, ¿qué comida llevarías y qué consejos te darías?».
“Yo llevaría una lata de espinacas”, contestó Alexandré Zii Miller, de 29 años, que había volado hasta allí desde Sarasota, al oeste de la península de Florida, y estaba en el comienzo de una estadía en Europa. Él y su versión propia a los 8 años comerían las espinacas como Popeye.
“Y yo le diría: ‘Tu intuición es correcta’”, continuó Miller. “‘Vas a tener una vida difícil. Lo lamento’”.
Otras preguntas derivan en descripciones de tormentos mentales espantosos, que esa noche abarcaron abuso sexual, depresión, desengaños y fatiga crónica. Todo el mundo manifestó haberlo encontrado a Awuah-Darko en Instagram y sentir anhelo de comunidad y de conversación.
“Menos Joseph, en las redes sociales todos se desprenden de la tristeza de sus vidas”, sentenció Alexandré Zii Miller, que se describió “neuro-picante”. Trabaja en la casa, editando código informático, en una vivienda pintada de negro por dentro y por fuera, con gallinas y una cabra. Habló de que desde que era chico la vida le parece inútil, problema que no ha hecho sino agudizarse en proporción al tiempo que pasa metido en internet.
“No he hecho nuevas amistades personalmente en años”, comunicó. “La gente está demasiado ocupada, demasiado distraída, abrumada por las tareas, la familia, lo que sea. Y no hay realmente un tercer lugar al que yo pueda acudir para conocer a alguien más, simplemente para charlar y existir”.
Terminamos hacia el anochecer, con fotos e intercambio de números de teléfono.
Última cena Nº 145
Semanas después, un viernes de fines de julio, la vida de Awuah-Darko dio un giro inesperado luego de viajar a Polonia en ómnibus.
No fue por una Última Cena sino para visitarlo a Alexandré Zii Miller, que había alquilado un Airbnb en la ciudad de Breslavia. A la noche siguiente, mientras ambos estaban sentados en un bar, Awuah-Darko le propuso matrimonio a Miller. Se había enamorado perdidamente de él desde el momento en que lo vio en la cena, según explicó más tarde, y desde entonces habían estado enviándose mensajes. Miller aceptó.
«Tenía la corazonada de que Joseph podría encontrarme interesante», dijo Miller por teléfono desde Polonia. Para él no se trata tanto de un romance como de una oportunidad para sumar emoción a una vida que siente vacía. «Aparte, soy asexual y no puedo corresponder recíprocamente al mismo tipo de amor que creo que la gente normal espera en una relación. Así que no puedo ser exigente».
Awuah-Darko anunció su compromiso, el quinto, mediante un posteo en Substack. «Creo que con él por fin tengo algo que no tuve durante mucho tiempo: esperanza», escribió. «Y la promesa de alguien que finalmente pueda armonizar con mi locura».
De acuerdo con sus propias palabras, el amor ha curado a Awuah-Darko de todo interés en la eutanasia médica. «Conocí a alguien que hizo que la idea de quedarse fuese más llevadera que la de irse», confirmó por teléfono desde Polonia. En Instagram, todo este giro argumental fue recibido a la vez con deleite («Mi corazón se alegra cuando se alegra el tuyo») y escepticismo («Bueno, fue un poco precipitado»).
El entusiasmo de Joseph por las Últimas Cenas sigue intacto. A finales de julio celebró la número 145 en un restaurante de Polonia. Como les dijo a sus fans, cualquier comida podría ser la última. ¿Quién sabe? Y, en cualquier caso, su propósito primario no cambió nunca. En definitiva, él quiere lo que quieren quienes lo siguen, lo que quieren millones de personas: alguien que lo mire a los ojos y lo escuche.
Colaboró con informes Aimée Ortiz.
David Segal es reportero de negocios del New York Times, con base en Nueva York.
The New York Times
Lo siguiente es una adaptación de la nota al pie del artículo original del NYT con datos aplicables en Argentina: Para orientación y apoyo en salud mental en todo el país, 0800-999-0091 (línea gratuita). En la Ciudad de Buenos Aires, 0800-333-1665 «Salud Mental responde».
Traducción: Román García Azcárate