El 16 de agosto de 2021, el Gobierno argentino firmó un contrato con Pfizer INC para adquirir 20.080.710 dosis de vacunas ARN contra el COVID-19 a un valor de U$D12 la unidad. El monto total ascendió a U$D240.968.520.
Bajo la órbita del Ministerio de Salud, aún circulan aquellas dosis de “emergencia” adquiridas en pandemia, pero hoy llegan a pocos brazos. Desde el último ingreso de vacunas de Pfizer en 2024, permanecen sin aplicar 1.605.636 dosis, el 62% de ese último lote, según el Registro Nominal de Vacunación (NOMIVAC).
Si bien la circulación del virus bajó, el COVID-19 sigue presente y mutando. Aunque ya no genera alarma la tasa de mortalidad, los riesgos continúan para quienes se contagian.
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Desconfianza y contratos que pesan
La pandemia dejó una marca en la sociedad global: la desconfianza en las vacunas. En la Argentina, el Estado quedó atado a un contrato millonario con Pfizer por dosis de plataforma ARN, mientras los infectólogos ya migraron hacia otra tecnología: la proteica, más eficaz y con aval internacional.
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Según el NOMIVAC, apenas el 0,84% de la población tiene su esquema de COVID al día. El grupo con mayor cobertura son los adultos de entre 70 y 79 años, con un 2,6%, y el de menor, los niños de 6 meses a 11 años, con apenas un 0,2%.
Desde el inicio de la pandemia, el virus dejó un saldo de 692.996.986 muertes confirmadas, equivalente al 1,3% de la población, según Our World in Data (OWID) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La “gripe rara” y la falta de prevención
En los últimos meses se multiplicaron los testimonios de personas con una “gripe rara”, distinta de los resfriados comunes. Al estar el COVID equiparado socialmente con una gripe más, el hisopado cayó en desuso y los cuadros se transitan sin diagnóstico ni prevención, a diferencia de la gripe A, cuya vacuna sigue siendo recomendada.
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La ausencia de campañas de salud activas agrava el problema. Según el portal Statista, hasta mayo de 2025 se reportaron 1.715 casos de COVID en el país. La web oficial de reportes permanece “en reparación” y el Boletín Epidemiológico Nacional no muestra brotes, lo que refuerza la percepción de que el virus dejó de ser una amenaza.
Qué vacuna eligen los infectólogos
En el Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) de 2025, de 200 especialistas, casi todos eligieron aplicarse una vacuna de tecnología proteica. Solo cuatro optaron por la de ARN, la misma que el Estado sigue comprando.
La epidemióloga Mirta Roses Periago (M.N. 43.716) explicó que las vacunas ARN «fueron aprobadas bajo emergencia, con estrictas condiciones de conservación, y no está claro si en la Argentina pasaron de esa categoría a la autorización regular de la ANMAT». Por su parte, Ricardo Teijeiro (M.N. 14.620), infectólogo del Hospital Pirovano y miembro de la SADI, sostuvo que «todas las vacunas actuales son efectivas, pero las de ARN muestran mayores eventos adversos, como miocarditis», según registros del CDC de Estados Unidos.
La línea difusa entre emergencia y negocio
La urgencia mundial en 2020 aceleró la aprobación de vacunas bajo Emergency Use Authorization (EUA), un régimen menos exigente que la Autorización de Licencia de Comercialización (BLA). En ese marco, Argentina firmó contratos con varios laboratorios, pero el de Pfizer fue el más pesado en el tiempo.
“Pfizer, al comienzo, hizo contratos muy estrictos que muchos países resistieron firmar, inclusive la Argentina, pero tenían el monopolio”, dijo Roses a PERFIL. Y agregó que “alrededor de 25 millones de dosis no fueron usadas”.
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La actual viceministra de Salud, Cecilia Loccisano, admitió en febrero que su gestión heredó contratos “exorbitantes” con Pfizer y Moderna y que el Gobierno debió renegociar para reprogramar entregas.
Los más desprotegidos
Los mayores afectados son los adultos mayores afiliados al PAMI. Si bien deberían recibir refuerzos cada seis meses, en la práctica las farmacias que vacunan con esa cobertura no aplican Pfizer por sus complejas exigencias de almacenamiento. Optan, en cambio, por vacunas proteicas más fáciles de manejar y más baratas.
La vacuna argentina que llegó tarde
La paradoja es que la primera vacuna proteica contra el COVID fue desarrollada en la Argentina. La ARVAC, creada por un equipo de la UNSAM, el CONICET y el laboratorio Cassará, fue aprobada en 2023 por la ANMAT como refuerzo en adultos.
Con tecnología similar a la de la Hepatitis B, es más segura y estable que las de ARN. Incluso recibió apoyo económico de la USAID, reforzando su proyección internacional. Sin embargo, su lanzamiento coincidió con el declive del interés social en vacunarse contra el COVID. Así, cinco años después de la emergencia sanitaria global, la Argentina logró la ansiada vacuna nacional, cuando la demanda ya había desaparecido.