El especialista en tratamiento de obesidad, Juan Ignacio Arano, explicó las características del semaglutida, el nuevo medicamento aprobado en Argentina para el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso. Señaló que “la pérdida de peso deseada se genera por los cambios de conducta alimentaria y los efectos del fármaco a nivel central”.
Juan Ignacio Arano, especialista de Nutramedicina, se refirió al lanzamiento oficial en Argentina del semaglutida, un medicamento inyectable aprobado para reducir hasta un 20% la masa corporal de personas con obesidad y, en algunos casos, con sobrepeso. En los estudios de CIUDAD TV, explicó que “los que nos especializamos en tratamiento de obesidad hace muchos años usamos el recurso farmacológico como una herramienta terapéutica más, sabiendo que el fármaco nos ayuda al tratamiento, donde lo que buscamos en definitiva es mejorar la conducta alimentaria del paciente y su relación con la comida”.
El especialista destacó que el tratamiento busca “la reducción del peso y mejorar las comorbilidades asociadas a la obesidad, ya sea que sea un paciente diabético, cardíaco, con artritis de rodilla u otras patologías relacionadas con obesidad”.
Arano precisó que el semaglutida forma parte del grupo de medicamentos conocidos como análogos de GLP-1, hormonas que el cuerpo libera naturalmente al ingerir alimentos y que regulan el metabolismo y la saciedad. “Cuando utilizamos un análogo de GLP-1 estamos imitando a nuestro propio GLP-1 y vamos a sentir ese efecto”, dijo.
El especialista aclaró que “la eficacia varía mucho, depende de cada paciente”. Subrayó que el semaglutide tiene doble aprobación: “Por un lado para el tratamiento de la diabetes, porque normaliza la glucemia, y por otro lado para la obesidad, por los efectos a nivel central regulando nuestra ingesta”.
Arano señaló que el fármaco “pasa la barrera hematoencefálica, actúa a nivel central, pero la pérdida de peso no es generada directamente por el fármaco, sino por los cambios de conducta alimentaria que trabajamos junto al paciente”. Añadió que “lo que conseguimos con el fármaco es que el paciente tenga mayor adherencia, pueda sostenerlo en el tiempo y llevar a la práctica la estrategia dietoterápica que buscamos, que de otra manera le costaría mucho o no podría hacer y terminaría abandonando”.
Respecto de otros medicamentos similares, mencionó la liraglutide, cuyo mecanismo es parecido pero con diferencias en la duración de su efecto: “La vida media del semaglutide es de 7 días, por eso es de uso semanal; la liraglutide es de 24 horas y uso diario. Esto también influye en eficacia y potencia”.
Arano destacó la importancia de la individualización del tratamiento: “Los tratamientos son individuales y multifactoriales. Hay un momento oportuno para cada medicamento o recurso terapéutico y las herramientas siempre hay que ponerlas en la misma jerarquía; no hay mejores ni peores”.
También se refirió al debate global sobre la obesidad como enfermedad: “Hasta cierto punto, el desarrollo del tejido adiposo es protector. Personas con algunos kilos de más pueden tener síndrome metabólico y otras no, por eso este año se publicó un consenso global en The Lancet definiendo obesidad clínica, en quienes están enfermos, y obesidad preclínica, en quienes tienen exceso de peso pero no enfermedad”.
Arano concluyó que “hay que saber evaluar, diagnosticar y planificar un tratamiento adecuado para cada situación, según las posibilidades del paciente. Muchas veces, gracias al tratamiento de obesidad, disminuimos el uso de fármacos para la diabetes, la presión arterial o el colesterol, por lo que termina siendo una inversión conveniente”.
