Refugio Madres del Sol: más de dos décadas de lucha contra la violencia de género

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Norma Almirón, directora del Refugio Madres del Sol en Barranqueras, compartió la historia de este espacio que brinda contención y acompañamiento a mujeres víctimas de violencia de género.
Con una trayectoria de más de 20 años, el refugio nació a partir de una experiencia personal de Almirón: su hija fue víctima de una brutal agresión que marcó el inicio de un camino de compromiso y militancia por los derechos de las mujeres.
«Nuestra lucha comenzó hace más de 20 años. En ese momento, trabajábamos bajo un árbol, en la casa de mi madre. No había refugios, no teníamos derechos reconocidos ni estructuras que nos contuvieran», recordó Almirón.
La necesidad de contar con un espacio seguro llevó a Almirón y su equipo a salir a las calles a pedir ayuda, reclamar por el derecho de las mujeres a tener un lugar donde refugiarse y recibir asistencia.
El impulso llegó con el respaldo del entonces gobernador Domingo Peppo, bajo cuya gestión se concretó la construcción del refugio.
«El terreno se consiguió con mucho esfuerzo, y cuando Peppo era gobernador, nos hicieron el refugio. Hoy tiene casi 12 años y una capacidad para albergar a 20 mujeres con sus hijos», detalló.
El Refugio Madres del Sol cuenta con un equipo interdisciplinario que trabaja las 24 horas del día, todos los días del año. «Nunca cerramos, porque la violencia no tiene horario. Sea de noche, feriado o fin de semana, siempre hay alguien para recibir a una víctima», afirmó Almirón en declaraciones a Radio Natagalá.
Las mujeres llegan al refugio por distintos caminos: mediante una orden judicial, a través de la comisaría o porque huyen directamente de sus hogares en busca de ayuda. «Si ya hicieron la denuncia, el equipo las contiene apenas ingresan. Y si no la hicieron, se las acompaña hasta que estén listas para dar ese paso», explicó.
El acompañamiento no se limita a lo legal. La intervención también incluye un abordaje terapéutico, a cargo de profesionales en trabajo social, psicología social y acompañamiento terapéutico.
Asimismo, Graciela Rayleff, psicóloga social del equipo, destacó la complejidad de las situaciones que enfrentan las mujeres que llegan al refugio: «No siempre hay palabras al principio. Muchas veces, lo primero es un abrazo. El mensaje que intentamos transmitir es que no están solas.
Es un proceso que comienza por el vínculo de confianza».
Rayleff también subrayó que la violencia de género no se reduce únicamente a la agresión física, sino que incluye componentes igual de dañinos como la violencia psicológica y económica.
«La violencia física deja marcas visibles, pero la psicológica es la más difícil de detectar y la más persistente. Muchas veces las mujeres no se dan cuenta de que están siendo violentadas, lo naturalizan», explicó.
En ese sentido, Almirón reconoció que una de las barreras más grandes que enfrentan las mujeres es la dependencia económica:
«Muchas veces no denuncian porque el agresor es el padre de sus hijos, está desocupado, y saben que si lo denuncian no va a haber manutención. Entonces piensan: ‘Me quedo, aguanto, pero mis hijos tienen un plato de comida’», lamentó.
El refugio ha recibido a innumerables mujeres que llegan con sus hijos en brazos, golpeadas, desesperadas. «En esos casos, se articula rápidamente con la comisaría y la fiscalía de turno. Se hace todo lo necesario para protegerlas», explicó Almirón.
Sin embargo, también relató que muchas veces, tras unos días en el refugio, algunas mujeres deciden regresar con su agresor.
«Se calman, piensan que sus hijos extrañan al padre, que necesitan volver a su casa, y terminan volviendo. Es una realidad que duele, pero también forma parte del ciclo de la violencia», advirtió.
El trabajo que realiza el equipo del Refugio Madres del Sol no solo implica contención inmediata, sino también procesos a largo plazo. Desde asesoramiento legal hasta ayuda para la reinserción social y laboral, el objetivo es brindar herramientas para que las mujeres puedan reconstruir sus vidas.
«Salir de la violencia implica un cambio profundo. Y aunque el golpe puede durar cinco minutos, las consecuencias del abandono, del desarraigo, del miedo, pueden durar toda una vida. Por eso estamos nosotras: para abrazar, acompañar y mostrar que otra vida es posible», explicó Rayleff.

Un equipo sostenido por la voluntad
El inmueble alberga la oficina de Género del municipio y un plantel que incluye abogada, trabajadora social y operadoras. «No contamos con seguridad privada, pero nos sentimos seguras entre nosotras», afirma Almirón.
El vínculo con la segunda comisaría de Barranqueras y la Fiscalía Especializada en Violencia de Género es fluido: «Las fiscales vienen a dar talleres; los teléfonos siempre están abiertos».
Cuando el agresor toca la puerta
La reserva de la dirección es clave para la protección, aunque hubo sobresaltos. Una sola vez un agresor logró ingresar durante un cambio de guardia. «Actuamos rápido con la policía y la Justicia dictó medidas: no puede pasar a menos de dos cuadras del refugio», relató.

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