La noche más larga del año: qué dicen la ciencia y la astrología sobre el solsticio de invierno

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Cada año, el 21 de junio se convierte en una fecha especial para científicos, astrólogos, místicos y hasta influencers espirituales. Ese día ocurre el solsticio de invierno en el hemisferio sur: el momento en que el Sol alcanza su punto más bajo en el cielo al mediodía y nos regala la noche más larga del año. Pero más allá de lo que marca la ciencia, hay quienes lo ven como un evento espiritual, energético o incluso transformador. ¿Qué dice la astronomía? ¿Qué dice la astrología? ¿Y por qué importa tanto este día?

Desde el punto de vista astronómico, el solsticio de invierno ocurre cuando el Sol alcanza su máxima declinación norte desde el hemisferio sur. En otras palabras: la inclinación del eje terrestre hace que los rayos solares lleguen con menor intensidad y durante menos horas. El resultado es el día más corto y la noche más larga del año. A partir de ahí, el Sol comienza a “subir” lentamente en el cielo, alargando las horas de luz.

Este fenómeno no es exclusivo de Argentina: es compartido por todo el hemisferio sur, mientras que en el hemisferio norte sucede exactamente lo opuesto —allí se celebra el solsticio de verano—. En términos estrictamente científicos, el evento no tiene ninguna implicancia más allá de lo climático y lo orbital. Pero eso no impidió que distintas culturas le atribuyeran un fuerte simbolismo.

Para la astrología, el solsticio no es solo un fenómeno físico: es un punto de inflexión energético. Marca el ingreso del Sol al signo de Cáncer, lo que muchos astrólogos interpretan como el inicio de un período introspectivo, emocional y ligado al hogar, la raíz y la contención.

Según esta visión, la noche más larga también representa una oportunidad de “mirar hacia adentro”. La oscuridad invita al recogimiento, al balance y a sembrar intenciones de transformación. Algunos astrólogos aseguran que es el momento ideal para cerrar ciclos y proyectar deseos para el nuevo “año solar”.

Aunque no haya evidencia empírica que respalde estas afirmaciones, la astrología trabaja en otra clave: la simbólica. Y eso explica por qué tantos rituales y prácticas espirituales se concentran en este punto del calendario.

El culto al solsticio no es una invención moderna. Civilizaciones como los mayas, los incas, los celtas o los egipcios ya celebraban los solsticios con ceremonias, monumentos y fiestas populares. El Inti Raymi, en Perú, es un claro ejemplo: una festividad ancestral que rendía homenaje al Sol y al nuevo ciclo de vida, y que sigue vigente en Cuzco cada junio.

En la actualidad, estas celebraciones se resignificaron: en redes sociales, el solsticio es tendencia por la cantidad de publicaciones que promueven “rituales energéticos”, “portales espirituales” o “meditaciones sincronizadas”. Aunque la mayoría de estas propuestas no se basan en evidencias científicas, sí apelan a una necesidad muy humana: la de encontrar sentido, ciclos y momentos especiales en el año.

Lejos de ser visiones opuestas, la astronomía y la astrología pueden leerse como dos maneras de interpretar lo mismo. La primera observa los movimientos celestes con herramientas objetivas y mediciones precisas. La segunda, en cambio, interpreta esos movimientos como símbolos cargados de significado.

Mientras que la ciencia afirma que el solsticio es simplemente una consecuencia del eje inclinado de la Tierra, la astrología lo vive como una bisagra emocional y espiritual. Y, para muchas personas, ambas lecturas pueden convivir: entender el dato duro y, al mismo tiempo, asignarle un valor simbólico o ritual.

Fuente: A24

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