La masacre ocurrida en un departamento de Villa Crespo, donde murieron Laura Leguizamón, su esposo y sus dos hijos adolescentes, continúa generando conmoción y, al mismo tiempo, planteando interrogantes en torno al rol de la salud mental.
En ese contexto, especialistas comenzaron a analizar la posibilidad de que Leguizamón haya actuado bajo los efectos del denominado síndrome de Amok, una forma extrema de brote violento que, aunque poco frecuente, está documentada por la psiquiatría desde hace siglos.
El término “Amok” proviene del sudeste asiático y se traduce como “atacar con furia sin control”. Históricamente, se ha utilizado para describir episodios en los que una persona, tras un período de aislamiento, tensión emocional profunda o depresión severa, entra en un estado de violencia repentina dirigida a su entorno íntimo, con frecuencia seguido por el suicidio.
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Aunque el síndrome no figura como diagnóstico independiente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5, por su siglas en inglés), está reconocido como un “síndrome cultural” y se ha observado en distintos contextos clínicos asociados a trastornos psicóticos, depresivos o traumas no tratados.
El DSM-5 es una herramienta de referencia utilizada por profesionales de la salud mental para diagnosticar y clasificar trastornos mentales. Esencialmente, sirve como una guía que describe las características de cada trastorno, lo que ayuda a los clínicos a evaluar y comprender la presentación de los pacientes.
En el caso particular de Villa Crespo, fuentes de la investigación confirmaron que Laura Leguizamón estaba bajo tratamiento psiquiátrico y que en la vivienda se encontraron envases vacíos de medicamentos como Sertralina, Midax y Olanzapina, lo que sugiere que habría abandonado su medicación poco antes del crimen.
La carta manuscrita hallada en el lugar, escrita con trazo irregular y frases inconexas como “Fue mucho. Los amo. Lo siento”, refuerza la hipótesis de un colapso mental grave. Las expresiones confusas y la aparente desorganización del pensamiento podrían ser indicios de un episodio psicótico.
El caso reaviva el debate sobre la detección temprana de signos de desestabilización emocional y la responsabilidad del entorno y del sistema de salud para intervenir a tiempo.
El síndrome de Amok, aunque es infrecuente, ofrece una lente para entender reacciones extremas que surgen en contextos de sufrimiento psicológico profundo. En este sentido, casos como el de Villa Crespo exponen la necesidad urgente de fortalecer las redes de contención y atención en salud mental, en un país donde los recursos siguen siendo escasos y la estigmatización, alta.
Revelaciones. La masacre que estremeció a Villa Crespo sumó en las últimas horas revelaciones contundentes por parte del jefe de la Policía Científica de la Ciudad de Buenos Aires. El comisario general Esteban Henain Gari confirmó que no hubo participación de terceros en el crimen que terminó con la vida del empresario Bernardo Seltzer, su esposa Laura Leguizamón y sus dos hijos adolescentes, Ian e Ivo.
“Pericialmente queda totalmente descartado que haya ingresado otra persona al departamento. No hubo un hecho delictivo externo”, sentenció el funcionario en declaraciones televisivas. La escena fue analizada con rigor técnico y en detalle: se fotografió y filmó cada ambiente del departamento ubicado en la calle Aguirre al 200, sexto piso, sin encontrar indicios de ingreso forzado ni desorden por robo.
Entre los elementos más relevantes hallados, figura una carta manuscrita con manchas de sangre en el comedor, con frases como “los amo, los amo” y “todo mal, muy perverso”. La misiva fue analizada con técnicas de revelado de huellas y se incautó una lapicera para cotejar escritura y traza de tinta. “La palma del escritor deja rastros que permiten establecer identidad”, explicó Gari.
También se realizaron pericias caligráficas con muestras indubitadas de la familia. La evidencia apunta a Leguizamón, quien, según fuentes judiciales, se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico por esquizofrenia y habría abandonado la medicación.
Los cuerpos de los adolescentes presentaban múltiples heridas de arma blanca y signos de defensa, lo que indica que intentaron resistir el ataque. La mujer fue hallada en el baño, con una puñalada en el pecho, mientras que su esposo yacía en la cama en un charco de sangre.
La hipótesis de un triple homicidio seguido de suicidio es, hasta el momento, la más firme. “Nuestra tarea es hacer hablar a los testigos mudos de una escena del crimen”, sintetizó el comisario Gari, en un caso que todavía conmociona a la sociedad argentina.