Se estrenan tres producciones nacionales de marcado mérito: la nueva comedia de Adrián Suar, más tirando a comedia dramática, un documental sobre Los Andariegos, conjunto nacido en 1954 que abrió caminos en la música de proyección folklórica, y otro, excelente, sobre el Circo de Moscú, con sus asombrosos espectáculos aquí y allá, y su revelador trasfondo.
En “Mazel Tov” (“buena suerte” en hebreo), Adrián Suar cumple debidamente el triple rol de director, protagonista y coproductor, rubro en el que es indiscutible, porque entre otras cosas sabe reunir buenos equipos y desarrollar buenas historias, casi siempre bien originales y con su debido equilibrio de risas y lagrimitas. Para eso cuenta con Pablo Solarz, guionista que sabe cómo combinar lo serio con lo risueño, Nicolás Sorin, músico, y un amplio elenco donde Suar se saca chispas con Fernán Mirás, y Rodolfo Ranni tiene una aparición especial como Salomón Roitman, padre agonizante de una familia que amenaza con despedazarse.
Por ahí va la historia, previsible pero eficaz. Ya se sabe, esas típicas discusiones entre hermanos, sumadas a la cercanía de un par de fiestas igualmente típicas, como para matizar reproches, malestares, alegrías y reconciliaciones, esto último dentro de lo que cabe. Comedia lograda.
Otra música suena en “El andariego”, film que se define como “de creación colectiva de Laura Piastrellini, Eduardo Fisicaro y Silvia Majul» (esta última, ya directora de dos buenos trabajos sobre Ramón Navarro y Daniel Toro). Para refrescar la memoria: el grupo Los Andariegos nació en San Rafael, Mendoza, en 1954, y a lo largo de casi 60 años tuvo diferentes formaciones pero la misma vocación por llevar la música folklórica hacia mayores niveles de calidad musical y poética.
Al comienzo, el periodista Santiago Giordano destaca sus características: creatividad, osadía, guitarras argentinas, “voces que combinan el gesto recio con un fulgor entre el grito bagualero y el aire de un contratenor salido de la música barroca” (y agreguemos el dejo de la tonada cuyana). Luego Giordano sale en busca de los protagonistas. Ahí están Angel Ritro, Raúl Mercado, Alberto Sará, también la hija de Chacho Santa Cruz, Agustín Gómez, tomado de un archivo, y, por supuesto, algunas de sus grabaciones, como “Andar por andar andando”, “Sueño de un pobre”, las versiones de “Viva Jujuy” para “Argentinísima II” y de “Dos palomitas” que fue como “traducir Bach a la quena india”, y el recital en el Olympia de Paris, 2001, con Alberto Cortés.
También las anécdotas, lindas, como el nacimiento de “Canción para un niño en la calle”, también feas, como los silbidos en Cosquín y Jesús María cuando el estreno de canciones que hoy son clásicas, y venturosas, como el aviso de un empleado de la SIDE para que se vayan a tiempo del país. Para entonces ya habían hecho florecer, junto a otros conjuntos, la mejor época de la llamada música de proyección folklórica.
También “Una vez, un circo”, de Saula Benavente, habla de glorias, éxitos, peligros y tiempos mejores, pero lo hace con un material aún más inesperado. Y también aquí hay que refrescar la memoria: entre 1966 y 1990, todas las vacaciones de invierno, venía una delegación del Circo de Moscú y llenaba literalmente el Luna Park. Cosacos al galope, osos y gatos amaestrados, un chanchito y hasta un hipopótamo amaestrados, malabaristas, acróbatas, equilibristas asombrosos, (y un oso equilibrista), de todo eso hay registro. El público aplaudía enloquecido, los artistas amaban ese público. Y cada año había un espectáculo distinto, con nuevos artistas. Hasta que llegó la perestroika.
Lo que no sabíamos es que el Circo llegó a estas lejanas tierras gracias a una gestión del gran maestro escenógrafo Saulo Benavente, padre de la directora, y que acá pidió asilo político una pareja de artistas que ahora vive en EE.UU., y que durante la perestroika hubo unos cuantos tiros y después muchos debieron irse de Moscú.
“Una vez, un circo” recupera el registro de unos cuantos números increíbles, visita a la viuda del famoso payaso Oleg Popov, verdadero poeta, entrevista a los argentinos que trabajaron entonces en el Luna y a varios artistas hoy diseminados por el mundo, que cuentan cómo desarrollaron sus carreras, cómo eran vigilados por la policía soviética y lo bien que se sentían acá (uno de ellos fue luego cofundador del Cirque du Soleil), y, como si todo esto fuera poco, aparece también el registro de Pipo Pescador actuando ante el público ruso, y también ante la vista de unos dromedarios, en la mismísima sede central del Circo de Moscú. Asombro, deleite, y un poquito de melancolía se mezclan en este documental fuera de serie.
«Mazel Tov” (Argentina, 2025); Dir.: Adrian Suar, Int.: Adrián Suar, Fernán Mirás, Analía Pérez, Benjamín Rojas, Rodolfo Ranni.
“El andariego” (Argentina, 2025). Dir.: Laura Piastrellini, Eduardo Fisicaro, Silvia Majul. Documental.
“Una vez, un circo”. Dir.: Saula Benavente. Documental.